martes, 30 de noviembre de 2010

Una hectárea de geranios



Regresaste a mi vida con una colación de momentos felices igual que un alud trae consigo las vehementes onzas de la nieve durante los desprendimientos en primavera. Otra vez pienso en ti como hace un año. Así como hasta hoy necesitaba venir al cuaderno para llenar 2 o 3 cuartillas de la añoranza de ti, mezclada con las lágrimas del desahogo como la blanca crema que ensibarita al café, para que de esta manera la sentimentalosa cartarsis me permitiera continuar con mi vida por un ratito: pues ahora, vida mía, deberé venir a escribir acerca del emocionante desbordamiento de esta felicidad, tan inmensa como aquella amargura.



No encuentro las palabras justas para decir te amo sin decirlo. Y que esas otras palabras representen con la misma intensidad a las emociones que desde octubre germinan indetenidamente desde lo profundo de mi corazón, igual que germinaría una hectárea de campo poblada de geranios.




6 de octubre de 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cenizas

Te odio sin odiarte, te quiero sin quererte Mi corazón es un vacío que no me causa daño Los frutos se secaron en las ramas del manzano.

jueves, 25 de noviembre de 2010

El muelle donde han zarpado las ilusiones de ti


25 de junio




Si tú eras la sombra de un mañana venidero, pues yo después de ti me he convertido en la misma lágrima de un mañana que aún no se ha creado. Un corazón partido es como la plastilina que se estruja en las manos de un gigante.

Parezco obligado a pensar en ti. Cuando algo ya no está más, nuestro corazón busca compensar esa falta amando los recuerdos que aún están vivos. Cuando noto que los meses se han pasado sin tu vuelta me apeno mucho. A veces me enfado porque tu desnudez se cuela en las fantasías que tengo con otra mujer. ¿A cuántos otros mejores habrás dejado pasar al cuarto donde alguna vez yo dormía? Para escribir me gusta el desamor más que el amor. El desamor no es otra cosa que el amor aún existiendo. Esta distancia es lo que hace insufrible al amor que aún vive. Después de pasar una semana experimentando un extraño alivio que flotaba en una eclipsada Oceanía de esperanzas, pues los primeros meses de este desamor han sido los peores.

Cuando te olía escuchaba el mar yendo y viniendo en mareas alteradas. Me acuerdo cuando oí tus primeros te quiero: aunque me hacían feliz yo sentía como si me llevara la corriente del Tormes y estuviera pasando por un punto del río donde la falta de profundidad me hacía correr el riesgo de encallonar.

Sólo te quiero a ti. Ningún nombre que lleva como consonante capital a la eme ha tenido éxito al buscar destronarte de mi corazón.

Gracias al recreo que me permití del tabaco, hoy las eyaculaciones son más viriles. Pero a su vez cuánto más vacías las siento que en aquellos cuatro meses donde Dios coronó con un arcoíris a todos los horizontes de mi vida. Si mis escritos te hicieran sentir alguna culpa no les des importancia. Quiero que vuelvas sólo si me amas. Conocer de nuevo tus elogios simplificados. Que me desprecies como antaño, hacerte feliz con el sacrificio de mi hombría. Amarte así como eres. “Soy la sombra de un mañana venidero…”
Como todos los cuentos dignos para leerse, éste comienza con un ella.

Sinceramente los albañiles -que hablan sobre la terraza de la Ballester-, no me permiten recordar bien. Comienzo a extrañarte cuando escribo mis páginas y sé que nadie las leerá. Pero aunque no sé exactamente cuándo, luego de despertar me puse a pensar en ti:

Eres los versos insustanciales que pueden leerse en las páginas de un apasionado poemario cuyos miligramos flotan insistentemente en la fallida constante cosmológica del limbiótico orbe que se achucha a sí mismo en una expansiva dimensión cuyo cambiante paradero se cita en este atardecer asolado en el cual se fustigan los cientos de recuerdos tuyos y los utópicos muelles desde donde han zarpado las ilusiones de ti.

Cima sobre nosotros


En Camboya los vietnamitas amputaron todos los bracitos vacunados en contra del tifus. Había un montón de bracitos. Así los días amputaron las alas de mi corazón. La vida es un gran ajedrecista: si esto es un juego que se trata de vencer o ser vencido, pues entonces el desamor es el fulminante jaque mate con el que la vida hace cima sobre nosotros. Con las distintas pesadumbres la vida nos va contando que llegamos a poner pies en la Tierra para convertir en mesurado un espíritu que se altera.



Al principio esperé tu llamada hasta las ocho y media todos los días. Y aunque hoy nada me hizo sospechar que llamarías hasta hace un ratito he reincidido en mi espera. ¿Para qué voy a volver? Aunque un silencio tuyo tape con agua el océano y con tierra un continente: ¿para qué regresar a ti? Ojalá con agua dulce el pasado se lavara, así yo como los peces de mi Tormes en los ríos me bañara.



31 de mayo [a menos cuarto de las nueve]

Atardecer

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Nostalgia de ti


Un cielo seminublado espiraliza caballos esponjosos. Bajo ellos antenas parabólicas, tiernos respiraderos y las chimeneas adorables rellenan la terraza de un edificio peticito: las románticas características de Salamanca colaboran para que esta melancolía de ti jamás se apague. Pobre de ti si esperas que escriba como Cortázar –insignificante meloso con gigantismo en las manos-, sus líneas son tan simplistas. Como lo hacía Benedetti, pues Cortázar utilizó palabras muy blandas como para eternizar sentimientos de tanta hondura como el amor o la muerte. “Bichita” o “vómito de arena”, son tan facilongos como pueden serlo los te quiero de un desesperado por el sexo. Ya no recuerdo tu número entero. Ni espero con la ansiedad de antes a que lleguen los días dos. Sólo me acuerdo con cuánta expectación era de esperarlos mientras te hablaba para darte un regalo o para no decirte nada. Incluso muchos meses dentro del no tenerte los controlé para ver si te animabas a volver en un día especial. En todo este tiempo te extrañé más cuanto menos te escribía. Cuando sean las 9 de la mañana, habrá hecho un año del día en que te conocí. Nunca podré decir que es como tenerte viviendo aquí, en la casa de Los Nogales. Sin embargo cada vez que te lloro, cada vez que quiero contarte algo, sé que en este cuaderno voy a encontrar tus charlas y tus besos. Hace tiempo que quería contarte una cosa de cuando regresaste de Almería: volviste un jueves, y entre viernes, sábado y domigo… Entiendo que a todos nos contagias tu tristeza y tu fe. Pero conmigo eres más de contagiar cosas lindas. Es algo muy interesante cómo es que Dios –en su inexplicable red de sucesos–, se hace rogar para que coincidan el don con el que nos diferencia al nacer y las oportunidades que iremos teniendo a lo largo de la vida para poder contentar dicha virtud.


septiembre 2010

sábado, 13 de noviembre de 2010

Dos meses sin el ti



Comencé a demandarle cada día más amor porque sentía que solamente le era útil. O que a pesar de nuestras retorcidas distancias jamás me lamentó con la vehemencia que hubiera puesto en llorar a otra pérdida. Y ahora: el silencio me afecta tanto como los sonidos que antes me arrebataban el soñar con ella. Odio el lamentoso maullido de Valentina, quien para no fastidiarme el respeto enmudece después de su tercer miau, como si hubiera oído los apuntes que caen en este cuaderno cual si fuera las fichas del despeinado tetris que va edificando mi nuevo descorazón. Don´t Be Denie. Ahora se puede decir que Young me hace lloriquear el doble de lo que me hacía llorar antes de perderla. Ahora los hechos prueban que la esperanza de que alguna vez llegara a amarme han sido un vaporoso espejismo, que a inevitables posteriores se fue haciendo más y más grande, pero también cuanto más destructivo sería a la larga, conforme el terquísimo avance de las semanas inclementes me dio una larga lista de sus te quiero, que estaban debilitados por el nefasto peso de su último amor inombrable. Todas las esperanzas de que volvamos a hablarnos –curiosamente volver a vernos- las deslicé en un sobre color madera, que partió para la estudiosa ciudad hoy a la tarde. Una vez que se fue el mediodía, extrañamente me acompañó una estólida necesidad de encender cigarrillos: aniquilar la elongada abstinencia en el mismo segundo que el encendido despide ese perfume a madera de pino ardiendo. Me desperté dos meses echándola de menos. Desde que la escuché por última vez, el calendario de plástico ha dejado que se corra el mes muchos días. Y así contemplamos la partida de las inmensas oportunidades que tenemos para ser felices: pues lo único que quería era ir hasta ella para suplicarle que volviera a mí. Ahora las epístolas ya no se encabezarán con su lores. Pero mientras duraron aquellos autocompasivos e infinitos entonces yo estaba demasiado irritado como para aprovechar sus respuestas para escribirle una contestación agradable. Y si hemos hecho lo que debíamos ¿entonces por qué será que a la par que el año avanza en dirección a la primavera inexorable, sentimos estos dolorosos arrebatos de lamento cada día que se pasa con más intensidad y más frecuencia?










sábado, 6 de noviembre de 2010

Ni un te quiero ni un te extraño



























La campanilla al alba se abre en flor
Y al alba por venir se ha marchitado
Y en aquella prolongación resurrectora
Ni un te quiero ni un te extraño

Una semana de incerteza ha construido
Castillos transparentes levantados hasta el cielo…
Y en un segundo desaparecen
Sin dejar cimiento alguno

Ni un te quiero ni un te extraño.