sábado, 26 de febrero de 2011

27 de julio 2010




El tiempo pasa en primera. Poco a poco me fui dando cuenta de que ya no deseo que regreses.

Hoy hace doce meses que comencé a escribir pensando en ti. Y aunque ya te habías marchado de mi vida y otras se acercaron buscando leer sus nombres en la glosa compuse luego de ellas… nadie consiguió alejarte del todo de mis cuartillas. Como al principio hoy camino por los salones de casa con el Siemens en bolsillo. Pues el sábado despaché una encomienda para Alcalá. La casa está más seria desde que no llamas tú. Contigo se fue algo importante. No voy a exagerar: se puede vivir de todas formas.

Capas de la cebolla

Julio 2010

Cuando pelo todas las capas encuentro un centro que no me gusta mucho. Es un centro de dolor generalmente. Quizás las capas de la cebolla están falsamente vistas como límites del centro. Y para que el centro brote tan solo es necesario pronunciarlas.

Hoy una parte de mi vida no quisiera que esté. Por pensarte unas olas que se forman con todas tus palabras consiguieron alimentar el arrecife de mis resentimientos.

Te lamento. Te lamento porque ya no sabré si te diviertes llamando la atención tomando pastillas y luego te metes los dedos hasta la campinilla para vomitarlas. Los días pasaron del nacimiento hasta su obscura decrepitud y su voz no me alcanzó a tocar. Te lamenté al principio cuando tus miradas ya no hicieron visitas a mi casa. Te lamento por las mañanas cuando vengo a escribir sobre mis cosas. Pocos días me enfrento a ese lamento. Me lamento al darme cuenta que ya te estaba olvidando cuando regresaste. Y así hemos sufrido el desgaste de los desencuentros. Te lamenté cuando mis consolaciones no hallaron eco en el peñasco de otra alma amada. Y que al abrirte otra vez las puertas de mi alma desandé el camino del olvido.

Las olas de una mar de ti han erosionado el arrecife de mis odios.

La creatividad tiene cara de mujer. La tuya tardó en cambiarse. Otra imagen que no es tuya ocupa esta mañana los rincones silenciosos de la casa. Me había acostumbrado a soñar con que volvías. Hoy he borrado tu nombre de mis libros. Ahora ya no es a ti a quien amo, sino a mi obra hecha por ti: cientos y cientos d papeles resumidos a una lágrima sentimentalosa. También se aprende a amar el vacío que me significaba estar a tu lado.

Hoy espero que la campanilla que auspicia las llamadas suene con otra melodía. La campañilla del teléfono nos sirve para adivinar cómo es el corazón de quien nos llama según suena. También puede pasar que una misma melodía pueda tener distintos sones si suena de mañana o a la noche.

Miro en los bellos escondrijos que se momifican adentro de esta atmósfera. Quizás ahora seas un fantasmita que hamaca sus piernas al borde del suspendido atrio donde Mickey y Pluto posan desde siempre. No sirvieron para que vuelvas los poemas que te escribía en la mesa multihoraria.