jueves, 6 de mayo de 2010

Tres pellizcos para el repulgue











A las puertas de la biblioteca Torrente Ballester, un auto que me veda la distancia se cierra con un golpazo. Un pespunte colgante de la cortina apenitas se mece, como si el vientecito que exhala esa súbita cerrada, misteriosamente subiera hasta el quinto piso y entrara por la ventana entornada. Como si fueran aquellos tules volátiles que celebraban la venida de Venus [tules de seda que dando enruladas danzas le acariciaban el aura a la diosa], pues así la cortina con índoles escoceses se derrite sobre la hoja abierta de la ventana, parecida a los relojes dalintescos que colgaban de las ramas otoñales como un mantel que se pone a secar en el bosque. O a los violines desinflados que Salvador pintó en…

Como 3 pellizcos para el repulgue de una empañada gallega, el cuadrillé de la cortina escocesa se estruja en las esquinas altas de la ventana. Y desde ahí se despliega en milagrosos garabatos de dobleces.














23 de febrero
las ocho de la noche
Aún sigo aquí.

Escribo porque me siento más cerca tuyo. Ahora me dices que nadie sobre el mundo merece más que yo una sonrisa de la vida. Pero desde enero que me pregunto cómo es que pudiste insultarme de esa manera.

La verdad es que si hoy me muero, entre todas las cosas a las que debiera dejar forzadamente (entre ellas la emocionante espera de ti), habría una razón que me alegraría un poco: pues sé muy bien que el resto de tu vida lo vivirías pensando que el último recuerdo que me quedó de ti fue...

Los humanos somos tan frágiles, mi amor. Cuando vamos en bici nos dejamos llevar por la cuesta abajo, sin percatarnos de que a los autos le sienta igual que nos estemos o no divirtiendo, con tal de llegar al parking antes de que lo ocupe el gordo de la oficina de al lado.

Echo de menos tus traducciones. Cuando me llegaban los versos de Young doblados al castellano. Ellos contaban de tu rabia con el mundo, latiendo bajo esa inocencia de los 6 años.

Lo único bueno que tienen las desgracias en esa edad, es que permanecemos siendo niños para siempre. Pues el maleficio nos deja esperando vivir lo que nos fue vedado por las circunstancias.





24 de febrero
(un número especial)
Debí fijarme en la fecha antes que abandonar la cama. Los 24 soy propenso los accidentes y a los sainetes. Pero bueno, esa es otra historia.

He venido a escribirte hoy porque quiero tomarme el atrevimiento de darte una contestación que no me has pedido.

El paso de este febrero se fue haciendo un poco más lento tras cada día que tus deseadas palabras estuvieron ausentes. Pues desde el diez de enero esperé cada vez con menos esperanzas esa llamada, pero a su vez cuanto más ansioso de oírla estoy a lo que estuve durante la primer semana luego de que prometiéramos no vernos más.

Recién ahora me acuerdo: hoy me desperté soñando que discutíamos. Nos encontrábamos y peleábamos por dinero. Hasta el último segundo fuimos nobles: no se reclamó lo que fue de regalo. Y tus últimas palabras fueron: ¿porqué no pasas a tomar algo y te quedas para siempre?

Luego desperté.


¿Febrero veintiqué?

Eran las cuatro de la tarde cuando salí. El andar de una mujer me hizo acordar al tuyo. Al compás de cada taconeo el movimiento de sus glúteos me impregnaba con una excitación que aclamaba al sexo. La seguí tres calles, impactado por el parecido. Nada más me conformaba con verla. Era como si hubiera estado cerca de ti.

Bendije la duda porque consiguió que dejara de pensarte por un momento. Tú me has enseñado lo que significa una pérdida importante. Ni siquiera escribir un libro había preparado a mi corazón con la seguridad suficiente para superar tu distancia. Hoy es una tarde en la que me hace bien echarte en esa cálida cara todo los reproches que no te había dicho: Debiste haber escuchado más.

¿Pero para qué necesito trenzarlos sobre esta hoja? Si tan sólo al mencionarlos en mis pensamientos fueron menguando la influencia corrosiva que ejercían maquiavélicamente sobre mi alma sustanciosa. Una ceguera: eso es lo único que conseguiré de tanto escribirte.

Hoy por hoy, en este día, en este asiento duro, prefiero articular oralmente

mis emociones antes de que formen un largo mechón rizado como tus bucles de princesita, de la ricitos de oro que usó la cama de los tres osos. Mi amor… tu imagen de fantasía siempre aparece para dar riego al desmesurado anhelo que se funda en tus palabras. ¿Qué significa este repentino vacío de ti? Ya no le temo al recordarte.

Las réplicas de ayer han evolucionado hasta un consistente dolor que se funda en la añoranza de ti.




3 de marzo

Mi corderito enfermo.




Eras tan hermoso. Hasta la peste se convirtió en una tierna equivocación de la vida si la llevabas pegada tú. Cuando me voy a dormir siempre me llevo al lado la caja multiuso que te servía como pesebre. Pero ya no me despierta tu cencerro madrugador ni tus balidos de eseoese. El desamor es una esperanza muy, muy larga, que se enfoca en tu vuelta a casa.

Mi corderito enfermo… Mi pequeño yang.



Mediodía

1 comentario:

Amalia Lateano dijo...

OH la la!!
Me gusta cómo escribis. Es muy buena prosa poética.
Te saludo y voy a enlazar tu blogs.
Miles de slauditos
Amalia