martes, 14 de febrero de 2012

Me capitalicé en la nada (rare)








Vi cómo el delirio gobernaba el sueño mío

cuando desperté y corrí para escucharte.

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada

Y de a una lágrima fui juntando mi fortuna.



De golpe se vació la bóveda sin remiendo,

sin tus tiernos llantos ni torpes rebeldías:

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada

Y almacené una mar de esperas infinitas.



Quise escapar de mis haberes enfermizos

y fui atontado forastero en varias tierras

Leí la más triste colección de viajes a mi río

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.



Me capitalicé en la nada: La vida volvió a ser

un áspero vacío que atravesaba mi substancia

Me hice rico en los socorros de las letras

La vida me otorgó en un día por Dios establecido

la anonadada recompensa de los ay, delos suspiros…

Y de una lágrima similar que en el destierro.

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.



Al vado fui a buscar los trocito de mi alma

que el mare magnum de pasiones había disgregado:

Llené cofres y cofres con aquellas candentes caracolas

Emblemas de mis noches desveladas.



Al regresar la primavera revisé lo recogido

mientras duró aquel peregrinaje macilento:

Fui terrateniente de una preciada inmensidad de soledades

En cada hoja de la Biblia leía la Santa Escritura del quebranto.



Obtuve el gran acervo de un insomnio extraordinario

Con los vacíos trabajados logré acopiar un Himalaya

La útil necedad puso llave fiera al candado memorioso

Y lo enterré todo en un cosmos recorrido por tus penas.



Tocó fondo la más honda pesadumbre de mis días

Naufragó la carabela sobre el Ártico de un rencor filoso:

Cada día boté al mar una esperanza diferente

-Hasta que un día se vaciaron las bodegas-;

Y así amanecí falto de todas las raciones



Apilé tus caras en las tierras de Salem

-tus palabras, tus elogios, tus maldades-.

Y se formó una hoguera incombustible

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.



En una lluvia de quejidos despilfarré grotescamente

racimados millones en maravedíes de una lástima

Así floté sin arca en un diluvio de aflicciones

Y colonicé un continente de aislamientos



Limpié cada recodo de una mansión de contratiempos;

Con las últimas reservas compré un harén de adversidades;

Cedí a Dios el engreído numerario de mi suerte;

Cuando te fuiste tú me capitalicé en la nada.






miércoles, 17 de agosto de 2011

Bienvenido, Sr Olvido

Solía mirar tus ofensivas insolencias como si fueran un error mío y no tuyo. Al pensar en ti mi corazón aún vacila un poco. No encuentro nada lo bastante relevante como para que alcance la dignidad necesaria para entrar en tus hojas. Pero en mi corazón tu imagen indispensable alcanza para eclipsar cualquier brote que anuncie una nueva ilusión.

Existió una que casi se lleva tu lugar. Pero nadie pudo entrar a mi país, tierras sentimentales que cada día fueron bañadas con las lágrimas que te han extrañado tanto. Todo el mundo continuaba con sus vidas, a nadie pareció importarle que Lolalandia se hundiese en el océano. Ni a mi famila ni a los vecinos estudiosos que se asoman a curiosear por la ventana: sólo a mí me importó que no estés. El tiempo me ha enseñado a extrañar poco. En realidad he dejado de extrañar a mucha gente. Lolalandia hoy es una tierra tragada por el mar.

Pronto te llegará una carta con instrucciones para que intentes hallar tu propia voz entre los escombros de lo que un día fue tu mundo. Hasta puedes llegar a encontrarte con la genialidad que lleva escondida casi 40 años en una lámpara tan cubierta de amarguras que casi implota para matarte.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Ineludible










Como los granitos de arena formas las playas del mar, las horas forman los días y los días así los meses del calendario, que una vez examinados quiebran el vaticinio de cuánto duraría el silencio entre nosotros dos, querida mía. Ya no quiero cuidarte a través de mis plegarias. Ellas abrieron la puerta para que le des la bienvenida a algún exótico éxito en tu vida.

Por eso decido que me produzcan ternura tus insolencias. Y sería fantástico que tras todas esas máscaras haya existido una mujer que me amaba. He aprendido a mirar la ausencia como un camino de brazas entre tú y yo. Dicha carretera que nos separa es imposible de atravesar al principio. La batalla del desamor es una contienda a medida de nuestro espíritu. Desafía la resistencia, contamina el buen dormir, empaña a otros amores que vendrán luego. Las manos de la discordia rememorada estruja nuestro corazón. Si el mundo fuera una metáfora de la mente, probablemente la guerra sería esto.

Las cosas así tenían que ser. Cuando uno se libra de sus estimulantes pretensiones, de sus fronterizas terquedades o de sus cortantes orgullos, cuando uno ha planeado cosas distintas, pues entonces mira hacia atrás para contemplar al pasado con indulgencia. Es en ese repaso cuando se nos revela con qué clase de tinta hemos escrito los capítulos de nuestra historia. Analizamos de lejos, como quien ve a los halcones volando sobre la carretera. En esa contemplación misericordiosa se experimenta el más piadoso de los consuelos, pues escudriñando las decepciones y los fracasos sin sentirnos estúpidos o víctimas de la coincidencia, pues se siente cierta sospecha de que casi todos nuestros fracasos han sido en cierta forma los ángeles que nos guiaron sobre las vías del necio ensayo en dirección a una estación llamada Destino. Por el contrario, a veces tenemos el presentimiento de que el acierto, el éxito, se recuerda como lo más dulce de nuestras vidas; pero no estamos tan seguros de que lo hayamos aprovechado del todo. Cuando el éxito es tambaleante, a veces mejor pensar si no sería bueno cruzar de calle en busca de otras pavimentaciones más afirmadas. En esta vida se abandonan caminos continuamente. Pero lejos de verlos como una batalla perdida es mejor apostar por la próxima vida a construir. Y dar las gracias por la experiencia vivida mientras mantenemos esperanzas de realizarnos en
aquello que nos espera.


























11 de mayo, 2011
Nicolás Lopez Dallara

viernes, 15 de abril de 2011

Tan asolado como un mar seco





21 de agosto de 2010


Me daría mucha tristeza desperdiciar esta fecha sin antes escribir algo aquí. También podría escribir cosas de Salamanca, cuyos sonidos en la carretera ya comenzaron a multiplicarse, síntoma de que esta fecha laboral ya está arrancando. La verdad que ya no tengo seguridad que me quieras o me hayas querido. Sé que alguna vez volveremos a hablar, pero mi corazón de hoy rechaza esa esperanza. Durante 7 meses los te extraño acompañaron el flujo de las horas, tan asolado como un mar seco. Pero aún tu recgreso no fue triunfal. Por eso me pregunto qué haré con todo lo que he construido si alguna vez vuelves tú.

lunes, 11 de abril de 2011

A su favor al dios Neptuno

Aunque te extrañe te dejaré volando,


aunque estas extraviadas sentencias


sean constantemente pisadas por


la vehemente tentación de ir en


la búsqueda de tu violenta ternura


pues tan solo rezaré para que mi Señor


te inspirase caminar hacia mí


como en un acto de fe.



Aunque la inseparable soledad me acompaña

de hace más de un año hasta esta parte


aún no quiero escapar de Lolalandia.




Cada tanto la soledad aburre un poco

en los momentos desesperados


-cuando el pensar me abruma la existencia-


construyo balsas con los elementos de Dios


y los que más a mano tengo




Espero a que el Año ponga vientos

y mareas a favor de mi partida;


Es entonces que arrojo a mi existir


contra el oleaje de esta isla


mas la barca se rompió en las embestidas


de las aguas que nutrían Lolalandia.




La inmediata costa de Lolalandia consta

de bajos arrecifes que encallonan a las barcas


si están abandonando Lolalandia: Se puede


decir que Lolalandia utiliza a su favor al dios Neptuno.




Lolalandia se compone de palabras juguetonas:


todo hombre que pisare en estas tierras


se convierte de inmediato en loliniense


el nombre de este amoroso principado


escribí sobre sus playas con dulces caracteres.





















11 de abril 2011


viernes, 8 de abril de 2011

Un corderito con piel de lobo


The Emperor of Wyoming. Los arpegios de Young calman la arritmia de este día que toma como punto de referencia a los ancianos de traje cruzando un paso de cebra, a la esquina del parque de la Chinchibarra. Las barrigas suben a la vereda, la sombra equilátera de un edificio anticipa a las hileras de autos estacionados cómodamente, o si no, como un fraile, Torrente Ballester subido al podio de mármol les da cátedras mudas a los estudiantes de la biblioteca que le pasan por enfrente de sus gafas de utilería.


¿Quién pudiera responderme? Tan mudo como aquel prócer del intelecto, el teléfono hoy suena sin que nadie conteste nada. ¿Pero quién puede decirme un hola o un te extrañé?. Y aún así cierta felicidad tontona consigue hacer vibrar la sangre de mis aortas cuando del otro lado todo es silencio. El cuerpo me da señales de que queriéndote voy a contramano por las fantásticas autopistas de la felicidad. ¡Qué vergüenza!: ya ni siquiera es la línea muda cada quince días. Y sin embargo cada vez que suena esa opereta de carrusel sigo esperando que seas tú. Luego voy por las ranuras del día acompañado de un espontáneo maremoto de pensamientos en los que tú participas como crestas en las olas.


He cumplido con todas mis promesas. Y sin embargo no hubo santo que me pague los días y las tardes esforzados concediéndome el milagro de tocarte otra vez. Por dos o tres días era feliz en otra ciudad lejana. Una emoción traicionera aplanaba a tu fantasma. Pero al tercer día resucitó.


Te quiero de vuelta Dolores. Seré superficial si acaso algunos días hiciera falta, pues jamás te insistiré de nuevo para que sanes tu alma con brujerías baratas. Y únicamente cuando tú quieras hablaremos de amor. guardaré mis te amos y mis te quieros, y para dártelos aguardarán tu iniciativa. Pero jamás te contaré de la música que no prefieres y yo he escuchado. Vuelve al menos para discutir conmigo. Que tengo ganas de ser herido otra vez con tus palabras. Para pelear por Dios o Jesucristo, admiremos la incomprensión que cada cual tiene por las ideas del otro. Que una profunda emoción nos haga salir a la superficie, cuando se contempla el acento de las voces.



11 de agosto de 2010

miércoles, 6 de abril de 2011

Una ruleta de 30 números

Una ruleta de 30 números



10 de agosto de 2010


Parece que finalmente esta será la última apuesta que hago en esta improbable ruleta que siempre se compone con los números del mes que nos toca vivir.


Durante 7 meses aposté ciegamente a los mismos números. Todo es tiempo quizás especulaba a que ella elegiría volver en el mismo día que nos habíamos conocido. O quizás en el que marchó, así después parecería que nunca se había ido. Y borraríamos de nuestra memoria el pasado que permanecimos lejos uno del otro, y las fechas empalmarían para que nos parezca que siempre estuvimos juntos. Y así luego de tanto no he llegado a coronar ninguna cima en los ochomiles de mi expectativa. Ni ningún fruto maduró en la empresa de mi esperarte. Tenías razón: cuando uno cae en la oceanía del enamoramiento se abraza a los pequeños detalles que alguna vez nos han demostrado cariño. Con tal de salvar con eso la mezcla de pasiones y romanticismos. Pero uno no se da cuenta de que sucede como en los icebergs: bajo esa puntita de ilusión nuestro corazón es quien sufre por las ausencias.



Así es: de invierno a verano mis fichas siguieron los mismos números, como el idiota fanático que por años juega el mismo décimo de la grande. En cada vuelta, seguro al 2 apostaba una pila de fichas que significaban mucho. Sí: en que saliera el segundo con su regreso ponía fe, fecha que nunca voy a dejar de recordar por los buenos momentos que depositó en mi alma luego de que dejara su casa. Después 28, 29 y quizás el 15. El destino de algunos es tan intenso para el amor como para la amargura: pues los círculos que debamos vivir se cierran en el mismo número que empezaron. Como si la ruleta diera una vuelta entera. Y así es: Las cosas terminan en la misma fecha que empiezan. Aunque no lo quisiéramos asumir. Si fuéramos máquinas nos daríamos cuenta más rápido, pero aunque la señal es clara tardamos quizás un año en aceptar que hemos perdido nuestra apuesta. La vida es como una caja de bombones. En estos casos la vida es una evidencia exacta de que algo mayor que nos está moviendo los hilos de la existencia mortal. Pero las pérdidas nos hacen necios, y seguimos intentando hasta que fracasa todo lo que en otro momento nos había dado resultado. Es como si un hijo está a punto de morir: mantenemos la esperanza en cualquier rezo.


Con el tiempo seguí apostando a los mismos, pero la suerte de ellos quedaba a la voluntad de Dios. Y como yo desconfiaba que me tuviera en cuenta mucho, pues apostaba lo mínimo: ya no me quedaba en casa esperando noticias, y aunque estaba pendiente no hacía los Padrenuestros. Y así continuaba jugando sin poner demasiadas expectativas.



Como si hubieran sido

una flor sin corona

a la orilla del camino,


como opacas amapolas

al costado de las rutas:


en la rueda de los 30

-que a veces saliera alguno-,

“28, 15 y 29” siempre pasaban de largo

sin que la bolilla de algo espectacular

callera encima de ellos.


Astrea

sábado, 2 de abril de 2011

Inexorable


Desde hace mucho que quiero contar una historia comenzando con “Érase una vez”. Así como Cenicienta, la mía quizá tenga un final feliz. “Nada es para siempre”. Lo que decía Benjamín Button es muy largo como para explicarlo aquí. En cambio diré que echo muy de menos las cosas de niña que ella tenía. Cuando le estaba enseñando a escribir eligió unos bolis livianitos. “Al usar con muchos colores te dan más ganas de seguir escribiendo”, me dijo y tenía toda la razón. Con el tiempo me contagió sus gustos. El de ella fue mi color preferido y rosales azules reemplazaron a mis jazmines quilmeños. ¡Cómo la amaba! Tomaba mates de leche sin que nadie le cuente que ya existían. Claro, tenía cosas que me dolían también. Se aburría si le leía mis textos. Es que tuvo una vida tan dolorosa. Y yo hablándole de amor. Pero sus desprecios sólo conseguían enfadarme hasta que volvía. Cada día es un poco más largo, y más largos son cuanta mayor cantidad hay en ellos de algo que te regrese hasta mí. Ellos se consisten en un pantano por donde desfilan un cuento de tus imágenes. Con la vara de una indiferencia que me marchita, el tiempo de los silencios mide el valor que para ti tuve.

Como un río sin corriente

2010, 8 de agosto



El día se ha colocado en las diez de la mañana. Y una gruesa pero inestable tormenta hace techo en la ciudad tormesina. Los rayos caen cerquita. Acto y seguido unos truenos espantosos. Y Valentina que se asusta pues piensa que estamos en fin de año. Anoche me dormí con el teléfono al lado de la almohada, tal como solía hacerlo cuando te esperaba todos los días. Y hoy tampoco tengo cosas bonitas para contarte. Pero menos quiero escribir de aquellas que siguen golpeando a mi alma, igual que las espumosas oleadas agitando un tibio coral que se expone en los arrecifes.



Quiero aguardar a que comience la noche para condenarte una vez más. Pues así sabré que hasdejado escapar la segunda fecha del año que te daba la excusa perfecta para darme nnoticias de que aún vives. Que no te sorprenda: aún deseaba que nos habláramos para que nos obsequiemos una segunda oportunidad. ¿Acaso han sido falacia aquellos abrazos que nos dimos con la pasión de las cópulas?

miércoles, 2 de marzo de 2011

Sin Lazarillo

A los 32 años acepto que pocos saben curar
El envenenamiento que un pasado cruel
Nos siembra en el corazón.

Que si nos quedamos mucho tiempo estancados
Puede que nos adaptemos demasiado
A nuestro dolor.

Y entonces podremos confundir los nombres
De la vida, llamando a nuestra muerte
“Comodidad”.

Acepto que avanzar sin indagar en los porqués
También puede ser llamado
Retroceso.

A los 32 años acepto que bajo la doctrina inculcada
Hay algo placentero que podría llamarse
Pecado.

En él pueden leerse callejeros, cuyas rutas
Finalmente nos guiarán
Hasta lo auténtico.

Y que con los fines más carroñeros aquellos que más amamos
Pueden haber estado utilizándonos
Para su provecho.

A los 32 años he aprendido que el provecho de los amados
Ocasionalmente suele ser materia prima para nuestras más
Terribles poemarios.

Y que puedo vivir muchos años
Junto a alguien que no ama
Igual que amé.

Hoy me termino por dar cuenta que si entre dos hay uno
Cuyo amor no está a la altura, amará…
Sin convencimiento.

El amor no convencido puede vivir en muchas casas
Y nunca llegará a tener
Un hogar.

Ya que el amor no convencido siempre aguarda
A la equivocación más pequeña
Para comenzar a romper.

Puesto que el amor que no ama del todo
Envidia la felicidad
Del desposado.

Acepto que cuando estamos enamorados nuestro corazón
Es cómplice indirecto de las infidelidades
Sufridas.

Hoy por hoy acepto con un agrado no absoluto
Que es torpe acusarse de imbécil
Por ese engaño.

Ya que nuestro embelezo descarta la sospecha:
El amor es un ciego
Sin lazarillo.


Degüello, 12 de enero

sábado, 26 de febrero de 2011

27 de julio 2010




El tiempo pasa en primera. Poco a poco me fui dando cuenta de que ya no deseo que regreses.

Hoy hace doce meses que comencé a escribir pensando en ti. Y aunque ya te habías marchado de mi vida y otras se acercaron buscando leer sus nombres en la glosa compuse luego de ellas… nadie consiguió alejarte del todo de mis cuartillas. Como al principio hoy camino por los salones de casa con el Siemens en bolsillo. Pues el sábado despaché una encomienda para Alcalá. La casa está más seria desde que no llamas tú. Contigo se fue algo importante. No voy a exagerar: se puede vivir de todas formas.

Capas de la cebolla

Julio 2010

Cuando pelo todas las capas encuentro un centro que no me gusta mucho. Es un centro de dolor generalmente. Quizás las capas de la cebolla están falsamente vistas como límites del centro. Y para que el centro brote tan solo es necesario pronunciarlas.

Hoy una parte de mi vida no quisiera que esté. Por pensarte unas olas que se forman con todas tus palabras consiguieron alimentar el arrecife de mis resentimientos.

Te lamento. Te lamento porque ya no sabré si te diviertes llamando la atención tomando pastillas y luego te metes los dedos hasta la campinilla para vomitarlas. Los días pasaron del nacimiento hasta su obscura decrepitud y su voz no me alcanzó a tocar. Te lamenté al principio cuando tus miradas ya no hicieron visitas a mi casa. Te lamento por las mañanas cuando vengo a escribir sobre mis cosas. Pocos días me enfrento a ese lamento. Me lamento al darme cuenta que ya te estaba olvidando cuando regresaste. Y así hemos sufrido el desgaste de los desencuentros. Te lamenté cuando mis consolaciones no hallaron eco en el peñasco de otra alma amada. Y que al abrirte otra vez las puertas de mi alma desandé el camino del olvido.

Las olas de una mar de ti han erosionado el arrecife de mis odios.

La creatividad tiene cara de mujer. La tuya tardó en cambiarse. Otra imagen que no es tuya ocupa esta mañana los rincones silenciosos de la casa. Me había acostumbrado a soñar con que volvías. Hoy he borrado tu nombre de mis libros. Ahora ya no es a ti a quien amo, sino a mi obra hecha por ti: cientos y cientos d papeles resumidos a una lágrima sentimentalosa. También se aprende a amar el vacío que me significaba estar a tu lado.

Hoy espero que la campanilla que auspicia las llamadas suene con otra melodía. La campañilla del teléfono nos sirve para adivinar cómo es el corazón de quien nos llama según suena. También puede pasar que una misma melodía pueda tener distintos sones si suena de mañana o a la noche.

Miro en los bellos escondrijos que se momifican adentro de esta atmósfera. Quizás ahora seas un fantasmita que hamaca sus piernas al borde del suspendido atrio donde Mickey y Pluto posan desde siempre. No sirvieron para que vuelvas los poemas que te escribía en la mesa multihoraria.

viernes, 21 de enero de 2011

Apresuro



Lolalandia no es una nación aún derrotada


Tus frases de inocente heroína lastimada


Nadie supo más que tú de padeceres





Déjame estar un rato más contigo antes de irme


De desperdiciar mi vida sin retorno y para siempre




Te llevaré conmigo hasta ese otro continente


Donde amanece tras un horizonte azul marino


















21 de enero de 2011





jueves, 13 de enero de 2011

Quiero una tregua



Qué curioso que estas letras comiencen a escribirse


Con palabras de otro tiempo dicha por boca de autor otro


Pero yo quiero una tregua de tu ausencia


Pues los meses son como una mariposa


En vuelo de batalla, separados




Por tus reapariciones:


Fugaces instantes que las alas


Se tocan en el aire.




Quiero pedirle una tregua a tus desprecios insinuados


Que Dios retire de la mesa tu no estoy enamorada


Sería capaz de bañarme en el Leteo


Con tal de ahogar tales palabras.



Quiero pedirle una tregua a los días de mañana


Para dejar de buscarte en la casualidad indemostrable


Ojalá yo me equivoque y no sean de otro amar


Las palabras que te llenan de ilusiones.




Ni la nieve de montaña en el alto Peñalara


Ni las aguas que fluyen por el Lete:


Quizás te haya perdido y cualquier intento


De olvidarte será estéril.









13 de enero 2011

















13 de enero 2011






domingo, 9 de enero de 2011

Quinto mundo



¿Cómo se debiera comenzar a armar


El primer verso de un cálido soneto?


Iniciaría con tu nombre este cuarteto


Para que puedan mis rimadas avanzar.



El amarillo tempestuoso en el trigal


O el sentirme cobijado por tus retos:


Aquí nada consiguió acercar enero


Ni tampoco azul marino en el rosal.



Del amanecer hasta el crepúsculo segundo


Amanezco con un quinto ventrículo en mi pecho


Formado por los icebergs cambiantes de tus mundos



Rizos serpenteados, labios, dientes y tus muslos


Así recorres mi alma como un viento lastimero


El cual se aprende a amar… Y forma un mundo.



jueves, 30 de diciembre de 2010

La hermosura del Fénix que agoniza






No es que no pueda evitar ser reiterativo. Pero una vez que han pasado demasiadas puestas de sol sin que me lleguen noticias tuyas, pues comienzo a sentir como si algo dejé de hacer.






Pero en mi mente y mi corazón los días nunca fueron monótonos desde que estás tú. Jamás me falta nada que hacer: Cuando te pienso ya no me dueles, sino que es como si te estuviera esperando para una cita a la que de seguro asistirás. No he querido ahondar demasiado en planes de empresas, pues necesito que sientas esto también es tuyo. Hoy nos imagino de muchas formas, haciendo amores “en horas de oficina”, atendiendo un kiosquito, o peleándome con clientes que te insinuaron una propuesta insolentemente. Y conociéndote: nunca dirías que no porque tu corazón ya tiene una imagen para entretenerse. Si no que te pondrías a discutir de los comportamientos masculinos cuando van en busca del sexo como si todos fueran macho dominante. Ya me despierto a las 4 y media o 5, a veces a las 6, y pienso que me despierto porque me estás pensando. Entonces te tengo que escribir algo, si no no puedo concentrarme en las otras cosas, ni tampoco puedo seguir durmiendo. Porque si me acuesto daría mi poco reino por rozarme con esa piel o sentir la tibia respiración de tu habla en mi oído. Es como si nos preguntáramos por qué nos gustó la misma canción de Floyd, o por qué nos llamamos al mismo tiempo. Y aquí me pongo algo técnico:



Contabilizando las ocupaciones que cada uno tuvo por separado, a doscientos kilómetros y luego de comenzar a ordenar en horas seguramente distintas, pues podría decirse que vos y yo terminamos hacer nuestros trabajitos más o menos en el mismo momento. Y entonces se dio la casualidad de que estábamos esperando a quitarnos de encima el peso de los trabajos para poder hablarnos de amor. Y así fue que nos llamamos al mismo tiempo. Pero así estaríamos analizando una coincidencia, como pueden coincidir la detonación de la bomba H con una hojita que se desprende y cae al suelo del Machu Pichu. Así estaríamos analizando la trivialidad de dos señalamientos que nadie señalaría. Estaríamos haciendo pasar por milagroso el hecho de notar que dos personas hagan lo mismo en diferentes partes del Planeta. Analizaríamos fríamente y con lógica, y nos forzaríamos por ver Providencia donde sólo existe observación. Y así estaríamos analizando al movimiento de la materia, más no al amor.



El amor es la razón del amor. Lo curioso del amor es que no sabemos cuándo nos tocará. No es voluntario. El amor emociona a nuestra razón porque involucra el misterio. Y el misterio es una parte de la felicidad: cómo se encuentra y en qué tiempo, cómo será la próxima personalidad que amar… y todas las respuestas que nos preguntamos en tiempos de soledad pues se responden con un supongo. Y si tenemos la fortuna de que nos llegue, el amor pasa a ser una total incertidumbre de lo conceptual… y a cambio viviremos la más extraordinaria certeza sentimental.



Jamás pensé que el destino me reservaba un amor tan extraordinario. Hace mucho, mucho tiempo que ya no pienso en qué me conviene. El amor que siento por ti, por la vida y por la escritura iluminan mi mundo de hoy día, y encandilan las demás luces que en alguna otra vez han iluminado las ergástulas de mi interior.



Después de mi primer te amo viví los días más hermosos luego de no sé cuánto pero muchísimo tiempo. ¡Te sentía tan enamorada! Y en virtud de ese amor compartimos cosas tan enternecedoras. Como cuando colgabas sin despedirte y haciendo un ¡Oh!, falsamente asustadizo, porque sentías a Gloria regresando de su trabajo. Después cuando cantabas, me hacías el amor con cada palabra. Y más te deseaba tras cada vocal que te oía. Nunca dejé de desearte. Y sólo a ti. Pero lo más interesante fue la separación. Y no es porque no haya otro tema para contar, es que me parecieron tantos días y me quejé con tantos te extraño que todo ese tiempo ya forma parte en mi historia como una cosa importante que no se quiere olvidar. Fue como el nacimiento de un hijo, como un primer beso o como cuando nos enseñan a andar en bicicleta. Al principio fue más difícil, claro. Mi pecho era como una ubre en las manos cerradas que se exprime como bombeando aire para ordeñarle la leche. Entonces intenté manejar ese dolor – primero – con la escritura. Al dejarnos me fue imposible amar a otra mujer. Pasaron 4 meses hasta que lo intenté de nuevo. Pero a pocos días tuve que ser honesto y tomar distancia, pues no se puede empezar a construir un hogar diferente con los cimientos en donde se sostuvo nuestra casa anterior. Cada cosa que ella me daba la colocaba debajo de lo que me diste tú. Y con los meses me daba cuenta que a todas les faltó algo para llenarme. Y a cada una le agregué tus cualidades. Les faltaba la hermosura del Fénix que agoniza. Me confesaron cosas que no despertaron en mí el deseo de curar. Y a cambio recordaba las tuyas, que tenían la violencia de un arrecife en la tempestad. Presentí sus sexos tan livianos cual sus verdades. Hasta que descubrí que después de ellas me quedaba pensando en ti. Me hacía feliz reemplazar sus risas por las inefectivas impertinencias que a veces se te escapaban. Me daba cuenta que tus insultos eran mejores que los piropos que nunca me hube ganado. Me di cuenta de que cuando tus palabras eran hirientes, fue nada más que por el dolor que te causaba mi desconfianza. Y que un verso de tus poemas era la Ilíada comparado con los Moby Dick que me dieron a leer.



Y tras cada “Darme cuenta” te fui amando más.


martes, 21 de diciembre de 2010

La mar donde desembocan todos los afluentes



6 al 12 de diciembre



Por la vulnerable ventana de la sensibilidad de mi espíritu puedo ver pasando a otros cuerpos que me pidieron socorro con los ojos más verdes para que los dejara entrar en mi glosa.

Aunque ya hace un mes que no te oigo, mi corazón aún no ha entrado en la desesperación. Pero sí quisiera escribir un poemario de mil versos que tuvieran tu nombre, para al fin agotarme de pensarte. Es difícil pensar en lo que comeré, o lo que necesito hacer mañana… Pues así como todos los caminos de Salamanca caen por fin en alguna parte del Tormes, pues así todos mis pensamientos desembocan involuntariamente en algún recuerdo de ti. Por tercera vez en esta historia nos hemos separado. Gracias al Cielo esta vez al partir no estábamos enfados. Y hoy el rencor no llena tus ausencias.

Las peculiaridades que pueden llegar a tener los enamoramientos son muy difíciles de explicar. Ellas pueden ir desde la memoria de seis acordes que se recuerdan en una misma secuencia de arpegio a lo largo de todo un día. No tengo miedo de perderte ni me desespero como antes al tú faltarme. Aunque la lejanía no me parezca digna de los romanticismos que practicaban Hamlet o David Lebón, que dejaba notitas desparramadas por toda la casa para que las encuentre Pata Villanueva. Personas que me rodean y hasta la cómica Valentina sufren de alguna insolencia menor que les escupo, pues la verdad que la paciencia la gasto toda esperándote a ti. Una carta que despide de Salamanca con dirección a Alcalá, o un proyecto atascado en el insistente trompicón de tu recuerdo…