El cuarto 24 sin ti
El portarretratos vacío parece tener la foto de la muerte. En él hubieras estado para siempre tú. Ha comenzado el día y ya estoy sintiendo toda tu ausencia en él. Hoy me he despertado con un sarpullido de ti. Me dormí escribiendo un libro con la intención de evitarte. Sin embargo, cuando desperté, luego de algunas vueltas y algunos rayos de sol colado por la ventana, arremetiste en contra de mis planes con tu ímpetu característico. Hasta tus impertinencias eran así de violentas, tus desplantes… tu posesión caprichosa. Casi casi te envío algo para regalarte en tu cumpleaños, pero sí así lo hiciera estaría desperdiciando la oportunidad de pasar en limpio cosas que son tildadas de tristes pero en su magnificencia bellísimas: pues aún no he tipografiado todo el cuaderno de Macha entero.
La Incredible string band, desde hace unas semanas que hechiza las esquinas del quinto B. Quizás nunca lo sepas: ¿Estas ganas de llorar son un sinónimo de una pena que nada puede tapar? O quizás del estrés que me ha causado el multifacético recuerdo de tus expresiones, que se empecinan en corretear por los pasillos de un laberinto iridiscente, como si fueran miles y miles de Teseos intentando controlar al único minotauro que soy yo.
El silencio de la casa colabora con la escritura de esta medianoche, para que finalmente algunas de tus miles de caras desaparezcan. Secretamente la inmensidad de esta historia han cultivado dentro de mí el infinito sembrado de tus vicisitudes.
No quiero sentir envidia por aquéllos que están cerca tuyo: Hoy es una tarde “perfecta, perfecta” -como diría Bejamin Martin-, para escribir: de tantos silencios se escucha la pava queriendo hervir a una habitación de distancia. Un resplandor total inspira la melancolía necesaria como para curar un corazón roto. Una mujer hacendosa sacude por la tanguera ventana las migas de los manteles y de las sábanas sus pendejos, que se desprenden del grupo familiar igual que las hojas se caen de los bonsái cuando la inoportuna cochinilla los debilita.
Por todos esos detalles que aquí yo cuento, esta tarde es perfecta para escribir. Pero esta tarde aún es más especial que las otras para escribir, pues tiene un secreto más: No estás tu.
Primero de mayo
Servían para que considera su herida. Era como una pitufina. La tercera vez que la vi fue maravilloso: me daba la impresión de estar contemplando algo terriblemente bello, pero a su vez la magnitud de su hermosura era la misma que la magnitud del peligro que corría mi corazón si la seguía queriendo. Era un espectáculo caótico. Ver la que caminaba y hasta respirando era como estar en prcencia de la resplandeciente crisis que sufre una inflada gigante roja cuando colapsa en supernova.
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