miércoles, 20 de octubre de 2010

Las rutas del anhelo







Desde que te supe

La soledad ya no tiene

Tiempos muertos.


Dejaste flotando múltiples bordex

En las terribles paredes del cuarto.

A su través me aventuro

Por un interesante cosmos de kilómetros

Hasta tí.


Y no es solo hasta que voy

Por las atemporal rutas del anhelo

Que toda España empequeñece

Y no es más grande…

Que un solo Madrid.



Ten cuidado

Al oír mis tonos:

Ellos te advierten

De mi fragilidad.


A las dos puntas

De los caminos del anhelo

Nuestras almas se esperaron

A través de una infinitud

De vida y muerte.







29 de septiembre (la tarde)

Hasta mí

Hasta hace poco el huérfano Bon-Sai
Me enorgullecía con flores pentagonales:
Aquella hermosura era tan perfecta
Que fueron para mí lo que blancuzcos luceros
Encima de los océanos encrespadamente verdosos.

Ahora esas estrelladas flores blanquecinas
Ya no tienen la mágica belleza de ese entonces:
Pues esos ojos no están aquí para que puedas
Contemplar conmigo sus frágiles bostezos.

Ven hasta mí,
Que quiero comprender
Esa falta de tus manos.
Sentémonos toda la calmada madrugada
Contemplando el pimpollo por venir:

Acaríciame las manos
En la tierna ceremonia de los cómplices silencios
Que quiero saber si nuestros ojos
Son capaces de notar ese hermoso parimiento
En el instante que la flor viene al Planeta.





Sábado 22 de agosto de 2009,
Mediatarde

Me capitalicé en la nada























Vi cómo el delirio gobernaba el sueño mío
cuando desperté y corrí para escucharte.
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada
Y de a una lágrima fui juntando mi fortuna.

De golpe se vació la bóveda sin remiendo,
sin tus tiernos llantos ni torpes rebeldías:
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada
Y almacené una mar de esperas infinitas.

Quise escapar de mis haberes enfermizos
así fui atontado forastero en varias tierras
Leí la más triste colección de viajes a mi río
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.

Me capitalicé en la nada: La vida volvió a ser
un áspero vacío que atravesaba mi substancia
Me hice rico en los socorros de las letras
Di con el tesoro de los ay, de los suspiros…
Y de una lágrima similar que en el destierro.

Al irte tú me capitalicé en la nada.


Llené cofres y cofres con un corazón aniquilado
El orgullo trabó con fría llave el candado memorioso
Lo enterré todo en un universo anidado por tus caras

Al irte tú me capitalicé en la nada.

Tocó fondo la más honda pesadumbre de mis días
Naufragó la carabela sobre el Ártico de un rencor filoso:
Cada día boté al mar una esperanza diferente
-Hasta que un día se vaciaron las bodegas-;
Y amanecí falto de todas las raciones
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.

Apilé tus caras en las tierras de Salem
-tus palabras, tus elogios, tus maldades-.
Y se formó una hoguera incombustible
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.

Fui terrateniente de una atrocidad de soledades
Al regresar la primavera revisé lo recogido en aquel peregrinaje
Hice un gran acervo de impertinentes insomnios extrañados;
Me dediqué a juntar cada trocito de mi alma disgregada…
Y apilé un Himalaya de vacíos.

En una lluvia de quejidos despilfarré grotescamente
racimados millones en maravedíes de mi lástima
Así floté sin arca en un diluvio de aflicciones
Y colonicé un continente de aislamientos.
Limpié cada recodo de una mansión de contratiempos;
Con mi última moneda compré un harén de adversidades;
Cedí a Dios el engreído numerario de mi suerte;
para leer a cada paso una Biblia de consuelos.

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.




























Degüello 11 de septiembre
















































sábado, 16 de octubre de 2010

La idolatría entre dos



17 de septiembre 2010


Antes de ti creí ser sabio. Pero me fui dando cuenta de lo mucho que me faltaba comprender cuando un día marchaste luego de haberte apoderado de la tutela de mi corazón. No pudiste amarme como ya me han amado, porque nadie podrá de nuevo amarme como tú. El amor es la idolatría entre dos. Otra vez decir te amo sería una exclamación demasiado pequeña para definir este sentimiento irrevocable. Una corazonada lucha continuamente contra cualquier esfuerzo mío que intenta olvidarte. Aferrarse al amor pasado pone a la vida en contra de nuestra felicidad, pues cuando vienen a hasta mí nuevas prentendientas siempre estoy comparándolas con alguna de tus facciones, gestos y conmovedores tics que podían crecer en tu hipnotizadora personalidad salada. Tus tantos miedos. Perdóname tú a mí. No me di cuenta de lo hermoso que es adivinar esa gran capacidad de te quieros que se tapaba con la asfixiante frazada de los malos modales, de los iracundos insultos… sólo toleré las cosas que ya me habían agravado en otros momentos. Y no te di la oportunidad para ser mejor. De ser esta la lección que se estaba impartiendo aquí: ¿Tú crees que la he aprendido a tiempo? Pues necesito que otra vez seas mi estorbo: que me quites tiempo para escribir otras lecturas que no son tú; nutrirme de tus problemas; verte cada tanto y extrañarte cada segundo.


jueves, 14 de octubre de 2010

Una casa con brillantina



4 de octubre de 2010, Siete menos cuarto de la mañana (Casi un día después)


Tiene el tamaño del corta-uñas. Un duendecito con el bonete rojo apoya una mano sobre el cristal de la mesa para hacer una pirueta rapera. La lechuza de barro cocido nos nutre haciendo el exhibicionismo de sus plumas inmóviles. Y junto a ella el velamen inflado como un gato con botas rechonchísimo: la carabela sigue sonriendo hacia el este con viento en popa. Aunque Katsumoto nos ha dejado, mi yo de la 23 se lavó la cara y después le puso gomina a cada rinconcito del cuadro donde él está. Como sobre un apoyabrazos rimbombante, la repatriada princesita reposa la mano encima de una falda tan inflada como las velas. Las Stationary se apilan entre todo esto, como si fueran habanos de diferentes colores; o los ramones de un científico loco que usó para calentar la caldera de un locomotora obsoleta. Allá arriba, Mickey y Pluto parecieran más luminosos, brillan como las algas que colocó Giovanni en el mundo de las profundidades donde vivió tanto tiempo el buzo. Y el opulento gato de porcelana se broncea la axila con la luz de 75 watts.


Y toda este celebridad es por ti.










martes, 5 de octubre de 2010

El Almanaque en Lolalandia






Un “¡Recién me despierto!” dicho tiernamente en ironía de regaño; “Esa vez que conseguiste una muñeca con los euros encontrados”; “Un solerito color lila de lunares”; “Las piernitas chuecas adrede”; “Su mano acariciando un mentón afeitado la noche anterior”; “Las lágrimas terriblemente hermosas”. Pues de esa forma en Lolalandia cada fecha del mes lleva puesto el nombre de un recuerdo tuyo.


Los días en Lolalandia no suceden de corrido: se van salteando entre ellos según los extrañamientos: En Lolalandia comienza el calendario con una cocina iluminada, como si el sol te estuviera espiando detrás de las legañas. Otro día lleva el nombre de un ¡click! de microondas que te advirtió del café listo. Una postura destartalada mientras endulzabas la infusión. Un “me estoy enamorando”, que acompañaba toda esa belleza. Más bella por el dolor.


Los posesivos de niña que utilizabas en todo. “Mickey y Pluto que se fotografiaron con sonrisas personificadas”, fue el emisario de mis primeros te amo. El color mora que pintó tus dedos gordos pero flacos.


Otro día tiene el nombre de una traducción improvisada que le dedicaste al señor Young. Siguiendo la línea de la música, como evidencia de tu buen gusto hay otro día que se llama “Un señor Petty”, acompañado de tu “Sé que te encanta”. El día siguiente es otro recuerdo de la misma vez: “La princesita agradecida con un nervioso beso de familia”.


El día siguiente es un disparo que bautiza a los días que vienen con un perdigón de recuerdos tuyos: ese día se llamó “Sorpresa”, cuando estabas bajando del autito verde limón. Ese encuentro –como el otro-, a veces cambia de nombre, pues también se llama “Hado”: así me fui dando cuenta que en todo hay una porción de Destino. Pero que no lo rige todo en absoluto. Desde allí se dan origen a varios días que siguen. “El silbido de jilguero”. El “¡Una pluma!” burlón, que ya comenzaba a darnos cierto código de compinches. Un abrazo repentino. “Tu cara de Tribilín extasiado”. Y así empiezan a contar los días al aire libre: “Nuestra caminata hacia la plaza”. Tus rulos saltimbanquis. (Tu coyote). Tu mirada que se posaba en otros cuerpos. La confesión desalmada. Y el sol creando sudores.


En Lolalandia los primeros se llaman también de varias formas: “Un almuerzo de fin de año”, “El hermano suicida”… Una violencia de género frenada por el orgullo despertado a buena hora.


Lolalandia también tiene nublados. Los días nublados de Lolalandia se repiten muchas veces cuando el ánimo del loliniense es depresivo: “Tu firma en un rezo por gente que te iba a hacer mal”. Estos días son crueles. En Lolalandia hay un día a la semana que tiene una letra capital desagradable. Esa mayúscula escribe “Tu inocencia al contarme de los hombres que te aman”. Esos días, mi amor, los he aprendido querer. Lo que no significa que nunca te vaya a hacer berrinches.


A la mañana siguiente descubro que esa fecha tiene el nombre de uno de tus primeros quiero mucho. Una fantástica mañana que vino más siguiendo, llevó por siempre el nombre de verte en una cama, agradeciendo nuestra primera reconciliación. Lolalandia tiene días que se nombran únicamente con reiterar una palabra: “Multiorgasmo”, “Mis juguetes” o “Sexual”. Estos tres días añaden otro al almanaque: tienen como nombre a “Un delirio de chillidos”, animados por la ausencia de unos días y el inevitable embruje de la noche.


En Lolandia hay un día aparte de todo calendario. Ese día, la media luna y el sol cruzaron la tangente de sus destinos celestiales… para amarse siempre.







sábado, 2 de octubre de 2010

San Jordi



El cuarto 24 sin ti











El portarretratos vacío parece tener la foto de la muerte. En él hubieras estado para siempre tú. Ha comenzado el día y ya estoy sintiendo toda tu ausencia en él. Hoy me he despertado con un sarpullido de ti. Me dormí escribiendo un libro con la intención de evitarte. Sin embargo, cuando desperté, luego de algunas vueltas y algunos rayos de sol colado por la ventana, arremetiste en contra de mis planes con tu ímpetu característico. Hasta tus impertinencias eran así de violentas, tus desplantes… tu posesión caprichosa. Casi casi te envío algo para regalarte en tu cumpleaños, pero sí así lo hiciera estaría desperdiciando la oportunidad de pasar en limpio cosas que son tildadas de tristes pero en su magnificencia bellísimas: pues aún no he tipografiado todo el cuaderno de Macha entero.













La Incredible string band, desde hace unas semanas que hechiza las esquinas del quinto B. Quizás nunca lo sepas: ¿Estas ganas de llorar son un sinónimo de una pena que nada puede tapar? O quizás del estrés que me ha causado el multifacético recuerdo de tus expresiones, que se empecinan en corretear por los pasillos de un laberinto iridiscente, como si fueran miles y miles de Teseos intentando controlar al único minotauro que soy yo.









El silencio de la casa colabora con la escritura de esta medianoche, para que finalmente algunas de tus miles de caras desaparezcan. Secretamente la inmensidad de esta historia han cultivado dentro de mí el infinito sembrado de tus vicisitudes.









No quiero sentir envidia por aquéllos que están cerca tuyo: Hoy es una tarde “perfecta, perfecta” -como diría Bejamin Martin-, para escribir: de tantos silencios se escucha la pava queriendo hervir a una habitación de distancia. Un resplandor total inspira la melancolía necesaria como para curar un corazón roto. Una mujer hacendosa sacude por la tanguera ventana las migas de los manteles y de las sábanas sus pendejos, que se desprenden del grupo familiar igual que las hojas se caen de los bonsái cuando la inoportuna cochinilla los debilita.









Por todos esos detalles que aquí yo cuento, esta tarde es perfecta para escribir. Pero esta tarde aún es más especial que las otras para escribir, pues tiene un secreto más: No estás tu.













Primero de mayo









Servían para que considera su herida. Era como una pitufina. La tercera vez que la vi fue maravilloso: me daba la impresión de estar contemplando algo terriblemente bello, pero a su vez la magnitud de su hermosura era la misma que la magnitud del peligro que corría mi corazón si la seguía queriendo. Era un espectáculo caótico. Ver la que caminaba y hasta respirando era como estar en prcencia de la resplandeciente crisis que sufre una inflada gigante roja cuando colapsa en supernova.




















El itinerario de tus recuerdos




2 de octubre

Hoy se escucha una flauta barroca de Telemann. Pero es el arpa la que sostiene a todo el opus sobre sus extraños arpegios, para que no se cuele un segundo de silencio en toda la sinfonía. El paso de los días le va sumando sueños al itinerario de los recuerdos de ti. Ellos compensan un poco las amarguras del que no estés. Develan los sentimientos de amor que has tenido, y que yo no he sabido interpretar. Tras tus orgullos, desplantes y nececedades, siempre hubo un gran cariño que te ató a mí. El sueño de hoy era confuso: nos vestíamos como indúes y nos buscábamos por una capital ya oscura en la madrugada. Como no sabías la letra de mi piso dejabas invitaciones en todos los buzones del edificio.

La verdad es que aún te extraño. Llegó mi hora para extrañar. Y no exagero: te agradezco tanto el paso por esta vida mía. Puesto que he vivido las sensaciones de desamor más intensas. Pero aún deseo con continua vehemencia que algún día nos veamos de nuevo. Podría enviarte e-mails, ¡pero desvirtúan tanto al cariño! Son poco valientes. No reflejan la magnitud de mi amor.