miércoles, 1 de septiembre de 2010

Año


Cuando sean las 9 habrá pasado un año del día en que te conocí.


Poco a pooco las nubes de nieve han ido formándose cada vez más esparcidamente. Con días de calor se fue completando los vacíos del clima invernal, conforme marzo se consolidaba en los cielos. Los almendros anticiparon su florecer al 21. Y crecieron nuevos cardúmenes de truchas, poblando todas las orillas del Tormes. Los ciudadanos se quedaban más en casa, a fin de resguardecerse de las insolaciones desparramadas por cada esquina. Algunos no soportaron el claustro mucho. Y pescaron un afiebrado resfrío de sol cuando visitaron Aldeatejada. De la misma manera que la continuidad del grisáceo frío se fue transformando en un calor monárquico, pues así progresivamente se fue deshaciendo de los traumáticos espinos que crecieron alrededor de los crisantelmos. De la hierba mala que asfixió todas las madreselvas de su jardín. Un centenar de abrojos humillaban la hermosura de los afamados jazmines.


Igual que las estaciones cambian pausada aunque imparablemente los ceremoniosos cielos de la Tierra, así fue quitando las amargas rudas de su jardín, para que los pimpollos de ipomea despidan su aroma a nepente de nuevo. Poéticamente arrancó los ramales marchitos que antes habían dado rosas, sufriendo las espinas que compitieron entre ellas para clavarse en sus poros.

Al ritmo y al tiempo que las estaciones cambiaron, el terreno ha quedado listo para los nuevos ikebanas, y aguarda a que el viento traiga las perennes semillas de otros rosales.

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