sábado, 13 de noviembre de 2010

Dos meses sin el ti



Comencé a demandarle cada día más amor porque sentía que solamente le era útil. O que a pesar de nuestras retorcidas distancias jamás me lamentó con la vehemencia que hubiera puesto en llorar a otra pérdida. Y ahora: el silencio me afecta tanto como los sonidos que antes me arrebataban el soñar con ella. Odio el lamentoso maullido de Valentina, quien para no fastidiarme el respeto enmudece después de su tercer miau, como si hubiera oído los apuntes que caen en este cuaderno cual si fuera las fichas del despeinado tetris que va edificando mi nuevo descorazón. Don´t Be Denie. Ahora se puede decir que Young me hace lloriquear el doble de lo que me hacía llorar antes de perderla. Ahora los hechos prueban que la esperanza de que alguna vez llegara a amarme han sido un vaporoso espejismo, que a inevitables posteriores se fue haciendo más y más grande, pero también cuanto más destructivo sería a la larga, conforme el terquísimo avance de las semanas inclementes me dio una larga lista de sus te quiero, que estaban debilitados por el nefasto peso de su último amor inombrable. Todas las esperanzas de que volvamos a hablarnos –curiosamente volver a vernos- las deslicé en un sobre color madera, que partió para la estudiosa ciudad hoy a la tarde. Una vez que se fue el mediodía, extrañamente me acompañó una estólida necesidad de encender cigarrillos: aniquilar la elongada abstinencia en el mismo segundo que el encendido despide ese perfume a madera de pino ardiendo. Me desperté dos meses echándola de menos. Desde que la escuché por última vez, el calendario de plástico ha dejado que se corra el mes muchos días. Y así contemplamos la partida de las inmensas oportunidades que tenemos para ser felices: pues lo único que quería era ir hasta ella para suplicarle que volviera a mí. Ahora las epístolas ya no se encabezarán con su lores. Pero mientras duraron aquellos autocompasivos e infinitos entonces yo estaba demasiado irritado como para aprovechar sus respuestas para escribirle una contestación agradable. Y si hemos hecho lo que debíamos ¿entonces por qué será que a la par que el año avanza en dirección a la primavera inexorable, sentimos estos dolorosos arrebatos de lamento cada día que se pasa con más intensidad y más frecuencia?










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