miércoles, 31 de marzo de 2010

Adiós
















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En la orilla del Tormes abandoné a una perla
Ya nunca más seré una almeja.
Pues aún muriendo nutrí de mi substancia
A un grano de arena extrañamente bello
Igual que el microscópico Yang
Flotando en la substancia benévola
Del Ying

La historia de mi perla es tan extraña
Como misteriosa puede ser
La historia en un libro quemado

Sacrifiqué un pedazo de mi alma
Para que se quede con la perla.
Pues dios me la había entregado
Deslucida, patitiesa…

Cuando la vi porvez primera
Estaba tan vacía
Que la impregné de mi substancia.
Y así fue yo por algún tiempo…
Y yo ella.
Hoy me desprendí
De su hermosura amarillezca.

Un útil sacrificio de mi alma
Se quedó en el Tormes junto a ella:
La protegerá por algún tiempo
Del frío, el extravío…
O que la corriente no la arrastre
Cuando bajen las esporádicas riadas.


Nació perla, se hizo arena
Mi perla creció en tierra sin mares
La ultrajaron tres almejas









8 de marzo de 2010
(piedra)

Un epílogo en Blancanieves







Vivo mementos en los que pareciera que sólo el desamor baraja y reparte naipes para este luego, que más valdría llamarlo un predecible chinchon o escoba, antes que truco o un picante desconfío, puesto que jamás usamos la mentira para que un 6 tenga el valor de un as. Tampoco cantamos los envalentonados vale cuatro mientras nuestra mano tenía un siete falso para el final… más bien a menudo aceptábamos los falta envido de la vida con una sota y un tres que vivían en el mismo palo.


4 de febrero


Titiritean mi vida – otra vez desinflada-, las tristes sinergías del desamor: ofreciéndoles a los más cercanos las quietas funciones de mi amargura, fuerte sentimiento que sin alternativa deducirán en mí quienes me ven.

Mi amada llenaba sus hojas por una sola carilla. Para hacer lo deberes se había comprado biromes de muchos colores. Pero prefería las lilas.

Hasta no hace mucho, sólo quería leer sus finales ingenuos una vez más. Con finales más o menos felices, súbitamente guillotinaba el jugoso nudo de su literatura, evidenciando que ya se había cansado de escribir; o estropeando la genialidad de todo un trabajo, finiquitábalo todo con un gracias por siempre o un forzado te quiero. Coronaba el final de sus compactísimos ensayos con enromanticados epílogos de una línea, que parecían los desenlaces de Blancanieves o El gato con botas.






28 de marzo


Los vientos subtormesinos pasean por las terrazas de Salamanca. A falta de los molinos, la antenada de la ciudad se queda vibrando al son de la fuerza eólica, y cual su fuera el quejumbroso resoplo de un resorte, a medida que el viento abarca zonas los ecos van apareciendo en un edificio tras otro, como si fuera la llama de esperanza que inventó Tolkien. Pero que nadie tenga miedo: ninguna cadena dejará de emitir lucrativas histerias de sus belenes esteban.


A unos 100 pasos de niño sentí la llave en la puerta de entrada, pero aunque se abra no será ella.



Y yo: profundizo la vista aérea del mate, que reposa en una geométrica depresión rosada que tiene una caja de pantalones. Como si fuera un valium intravenoso, a través de mis pupilas me infiltro en la yerba arada. Y siento en piel mares submarinos del las aguas ya casi hervidas.

Los atardeceres españoles comienzan una hora más tarde, pero aunque el invierno haya pasado mi ella no ha vuelto.

Estoy seguro que en cinco años ya no continuaré pensando en ella como lo vengo haciendo nada más comenzar agosto.

Mi alma es la casa de este comprender bien, pero hasta que fue una semana antes de primavera cada día la extrañaba más. Pero cuando me convencí de que ya no iba a volver, me hice fuerte y al cabo de siete días puede olvidarla tanto como si hubiera pasado un año. Quizás mi nepente fuera el perdón. Lograr que sus insultos no cuenten para mi alma, empezar a juzgar aquellas palabras a escondidas como si hubieran sido las travesuras de una niña cuyo corazón tiene latidos de rebeldía.






domingo, 28 de marzo de 2010

Acostumbrado al sin ti


31 de enero de 2010
Un mes después


Mi confusión ahora está escalando un declive que hasta hoy había desconocido, y tras cada metro avanzado su suelo caballero se desestabiliza más y más, pero de todas formas seguiré subiendo por este sendero inconsistente, que tan lenta como obstinadamente me alzará en la cumbre de un extraño torrente que coronaré siendo más resistente, la mañana que finalmente me haya acostumbrado al sin ti.

Y antes de soltar la mano que sujeta las riendas de mi corazón escribiente, yo acariciaré la sangre que le unge para que se eche a correr por el bosque de mis prosas con más confianza.

Hemos perdido, y hemos ganado ambos.

Sin habérselo dicho, como si me deslizara sobre una cartesiana parábola, el dos de octubre fui hasta su casa.

Más imponiéndome que por persuadirla, para no discutir conmigo aceptó al fin acompañarme a comer. Ella tenía una exótica alergia a la carne de cerdo, como si Dios le hubiese escarbado en los adeenes para llevarse un pellizco de su perfección. Así que compramos unas lonchas de pavo. Era divina como se tomaba su enfermedad. Nombraba con agradecimiento a sus medicamentos: decía mi valium o mi clorazepam, o agregaba diminutivos al término de algún jarabe. Y aunque a ella no le gustaba conseguí mayonesa en un almacén, cuyas paredes dejaron de existir en mi memoria a los pocos días de haber salido de allí.

Quizás su forma de caminar –notablemente ligera pero a la vez rimbombante, como si se tuviera que agarrarse al mundo para no levitar- le restaba importancia a todo. Quizás porque mi atención espectaba sus ojos constantemente. Era lo mismo que estar cuidando a un jilguerito que en cualquier momento se me iba a escapar, o como si todo el tiempo tuviese miedo a que se muriera.

Aunque se la veía un poco incómoda en mi compañía, aunque no me besó con la misma pasión que yo, entiendo que se esforzó para aceptarme finalmente como era. Y se esforzaba haciendo cosas de enamorada para que yo me sintiera bien.





La inmediatez transplantada ahora echa raíces en mi espíritu con todo éxito. El triunvirato de llamados se desparramó sobre el lunes, desde un envejecido amanecer hasta que el cielo de Salamanca esbozó su primera oscuridad.

2 de febrero

Desde la mañana esperé junto al teléfono, con la misma ilusión que había esperado a que te dieras vuelta antes de ponerme a fotografiar los grafitis que rejuvenecían las escaleras de la estación. Entonces, por segunda vez, experimento la bofetada que puede pegarme su modesta astucia. Ella ha elegido empezar a ignorarme en un día especial para mí, para que así me duela el doble.

Algunos amores comienzan a romperse con la misma magia con la que se crearon, pues eligió desaparecer de mi vida en la misma fecha que la conocí. Y así guardaremos como si fuera el paisaje más triste el recuerdo de una fecha magistral.

[La tarde]

jueves, 18 de marzo de 2010

Ohio


Recuerdo claramente: marzo 6
(mañana)





Luego de que te pasearas doce horas seguidas por las puertas de los roperos y el acusador golette de los techos, mi consciencia me pone una cachetada con mis demorados emprendimientos, como para espabilarme, diciendo que yo también tengo responsabilidades, aunque más no sean del tamaño de mi pulgar. Los inconclusos principitos 2 y 3, el ayudar limpiando los baños de la casa, para que a mamá no la castigue la osteoporosis ya parentesca.

Cuando me entero de la mañana vuelvo como un rayo a Salamanca.

Medianoche [otra vez]



CSN&Y, continúan con el show presentación que hicieron en mi pieza ayer a la noche.

Hoy ha sido el día más repleto de ti.

Curiosamente, y dependiendo en que día sea, variar la forma de una sola vocal puede cambiar todo el estilo de la caligrafía. Es un tema interesante, por qué parece que mejora o decae el ánimo hacer la ese así o así. Sin embargo ahí se queda. Tal como cuando anochecía y el pinar se quedaba detrás mío, con el Señor contemplando las huellas que fui dejando en las tollas y los vados de los arroyos. Desde que comenzaba el otoño hasta finales de la primavera, mirábamos para arriba y el Peñalara estaba con un sombrero de nieve hasta que la Tierra redonda se acercaba más al solcito. O si no a la Mujer Muerta, que allá más lejos en el espacio se le veía nevada y la cima se confundía con una nube cuando el cielo estaba escampado.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Todavía

¿Quieres que comience con el recuento las lecturas pensadas en estos dos meses de invierno? Dos caras en el estanque, La casa de Asterión… Desde la mujer que soy.

De todas formas siempre estuviste. La casa te recuerda en cada rincón donde se oyó tu llamada. Las tela-araña vibraban al son de la melodía que el Siemens tuviera elegida, cada vez que un alma desde Alcalá buscaba la compañía de un oidor en la casa. Imagínate cuánto que te recuerdo. Aún sigues siendo el absoluto sentido de mi vida.

¿Qué decisiones tomaremos entretanto? Doblegará ese orgullo contagiado, o a esa necesidad impetuosa de no volver a sentirse mujer. Aunque tengo evidencia de que ello solamente fueron palabras, porque
aún sigue dolorida con otros seres en quienes crece el bigote, y nada más sigue descartando pretendientes para sentir que hay una justicia más en la Tierra. Pero en el íntimo nos derretimos analizando, recordando, aquellos hábitos propios de nuestro opuesto. Así como la imaginación de los hombres se deleita pensando en un sostén o el hilo de una braguita negra, he visto en sus ojos la admirada curiosidad cuando estrechamos las manos el barman y yo. También se adivinaba una revolución de hormonas cuando el orgullo se ponía a flor de mi piel. ¡Qué importan los dichos de Conny Mendez o el Sant Germain! Si lo que yo quería era pasar un día entero en sus brazos. Sólo que no a cualquier precio. A lo mejor todo esto es el miedo a sentir otra vez el rechazo sin razón. Tal cual fue el diplomático desplante un día quince hace cuatro meses. Pues cuando miro todo esto en retrospectiva, me había envuelto su entrega con moño rojo y cordones rizados. Y yo ya había pensado como proseguiría todo, pues aún no era nuestro momento.




11 de marzo




Hoy un galopante presentimiento afirma –tal cual lo sentí en las dos anterior y violentas cartas- que este cuaderno no será el último que te escriba, querida mía. La diferencia está en que –si uno ya tiene claro qué va a escribir- una carta se termina en el mismo día, y en otros dos ya puede estar sostenida por esos dedos deseados. Pero uno de estos pasivos cuadernillos puede tardar semanas, incluso meses en completarse; incluso si estas cursivas garabatearan su complextura todos los días.

Si para escribirme o hablarme estás aguardando a sentir una sospecha de que es el momento justo: la casa y principalmente yo te rogamos que no te demores ya más. Porque cuando aquí no hay nadie más que el gato, el almacén de recuerdos hace que me sienta extraño. Pero al alejarnos tú y yo, la casa también sufre un poco. Es como si alguien de la familia se hubiera muerto. Aunque no hayas vivido aquí, en el quinto B siempre estábamos esperando noticias tuyas. Eras alguien más en esta familia. Llamabas en Noche Buena, antes y al terminar el brindis, o era porque te sentías muy sola en esos momentos o quizás porque ya habías comenzado a enamorarte. Pero nada de eso importaba, yo siempre estaría de buen humor, siempre sabría qué hacer, siempre escucharía. Toda esa semana experimenté una de las mayores felicidades de mi vida: estabas tan linda, con esa vocecita de niña que tenía miedo de que la descubriesen haciendo algo que no tenía permitido, colgabas sin despedirte cuando entraba tu Gloria, y hasta la siguiente mañana ya no nos telefoneábamos. Fue como si hubiéramos estado de novios por cuatro meses.

Y entonces me doy cuenta de que a pesar de dos meses sin escucharte, todo resultó ser igual a tu Me alejo de ti. ¿Quién habrá sido ese afortunado? Aquí también permaneces a mi lado todo el tiempo, tras cada pasito que doy. Y jamás consigo desprenderme de tu presencia ausente.





jueves, 11 de marzo de 2010

Benjamín Button y Cenicienta

5 de febrero









Una semana entera no disuelve ni un poco la imagen de su cara por las mañanas. Siempre es en el mismo instante, cuando nos despertamos pero aún tenemos los ojos cerrados.

Para que ese recuerdo no le molestara, él se durmió escribiendo 5 resúmenes de la historia de Macha. Como en un A4, sobre el cual unas homogéneas voces tipografiaban las letras de un siniestro Cenicienta, del cual ella era la protagonista principal.



El desamor también nos avisa de su inesquivable presencia con señales muy parecidas a las que vimos mientras el amor iba germinando. Y así con el gota a gota de mi pena fui llenando el aljibe de la desilusión. ¿Cuántos días más como este me harán falta para olvidarte? Y si tu alegría me impidiera que te olvide, ¿Cuántos paseos como el de hoy, cuántos viajes que me alejen de casa necesitaré para que no me apene al recordarte? ¿Qué tipo de sucesos harán falta que viva para que no sienta pena evocando a los inexorables poemas de tu sufrir? ¿Cuántas de esas amas de casa -a las que tu una vez llamaste impertérritas- deberé amar para que no aguarde más tu llamada hasta las nueve?

¿En qué filosofía estará el secreto para mi corazón no se extravíe de su sitio [como los niños que se van a jugar fuera de casa], cada vez que el destino trae alguna noticia con la melodía del fontanero? O cada vez que el cartero me trae un sobre a la casa. Pues aunque siempre me dejó impuestos, yo tengo la esperanza de que me imites y alguna mañana llegue hasta casa una epístola con tu firma.







¿Se llamará incertidumbre a este curioso colapso de conjeturas que desbocadamente sembró en mi pecho tu reaparición?

Con el dar vuelta tantísimas hojas, con el cultivo de miles y miles de caracteres que incomprensiblemente se han ido almacenando en las guardadas cuartillas de mis cuadernos, pues la verdad es que me fui convirtiendo en un bienintencionado descriptor de los paisajes que me conmueven. Pero tus pocas palabras me hicieron sospechar como un incómodo síntoma de culpa y no como una prueba de que me ames.






6 de febrero
mediodía



Ya estamos en el cuarto sábado que esta casa no sufre el pomposo alboroto de tu fija llamada mañanera. ¿Cuánto más he de esperar hasta que me llegue otra noticia tuya, mi amor? ¿Cómo no ves que sufro?



Tras de mí, el clocotero tictac es un inerte relleno para los chiclosos espacios que sufre mi tiempo maniatado a partir de tu ausencia: una mar de minutos en calma, que difícilmente se desasosiegan cuando un motor industrial se activa en Avenida los Cipreses y se entromete por la ventana en el comedor. El pestilente chasis avanza a menos del límite permitido, girando a no sé cuantas revoluciones sus llantas turismo o 4x4. Pero yo no pedo despegar del cuaderno de Macha. Puesto que aún no cortaste las cuerdas de la atmósfera –igual que el tiempo- maniatada, marcando los nueve dígitos que te acercarán a la romántica molécula subtormesina.






No quiero seguir pensando que he desperdiciado la oportunidad de mi vida. A pesar de los problemas era feliz contigo. Quienes no aprendimos a perdonar somos como un membrillo apestado: con la perfecta piel amarillo-verdoso, parece que nos saborearán suculentos golosos en las sobremesas de alguna cena estirada. Pero al momento de la verdad, el fruto evidencia una especie de cáncer, pues su pulpa fue masticada por los parásitos. Pues nosotros somos igual: todo indica que alcanzaremos el éxito, pero nada de aquello que intentamos llega a buen puerto. En el último minuto alguna cosa sale por arte de magia mal. Mientras sigo esperando noticias tuyas vuelvo a escribirte aunque esta vez con un fin: que te lleguen mis pensamientos.

Me los ha inspirado Brad Pitt, cuando por segunda vez le veo interpretando excelentemente a un Benjamin Button exageradamente atípico. Y a su vida, que se codea con nuestra realidad como un chimpancé podría entenderse con el apolo 11, en caso de que toda la tripulación falleciera de golpe y se quedara al mando de la nave.

Respecto a la muerte, Benjamin había dicho: algunas veces venía a visitarnos un huésped bien conocido. Pues cada tantos meses o a veces años, en mis cuadernos se apoya un huésped cuyo rostro ya me memoricé. A veces los desamores visitan mi vida, y a veces soy yo quien dejo grabado a fuego su cruel emblema en las carpetas de otros corazones. Es algo así como los sellos reales usados para cerrar los sobres: pues las personas ponen su sello de desamor encima de la cera aún caliente de nuestras pasiones, y entonces permanecemos cerrados, guardando secretos magníficos, hasta que somos abiertos de nuevo por la mágica aparición de un colibrí o una mariposa.


Y hablando de realidad, sin la intención de seducirte a través de esta melancolía, pero deseando fervientemente que mi dedicación te conmueva, puedo decirte que es muy cierto que cada desamor nos agarra cada vez un poco más viejos. Diez años a este ahora yo había sentido el mismo dolor que ahora experimenta mi alma. Lo que más me parece curioso son estas lágrimas, pues no las solté en aquel entonces, y hoy en cambio no tengo hora entera sin que mis ojos las necesiten ver. Y –por supuesto-, sin la intención de aburrirte, escribiré la misma idea de diferentes maneras, así si alguna vez la incorporas, tu tengas a más de una frase para elegir, y utilices la que te suene más linda. Después de los 30 años vivimos en una etapa donde nos duele más perder las oportunidades que la vida nos ofrece para ser felices. Si antes pensábamos que la vida era tacaña, pues en muchas veces distintas no nos había dejado alcanzar el éxito, pues a los 32 años, entones, la consideramos cruelmente mezquina.

Y ya lo ves: me has enseñado algo que demoramos en aprender. Y aun cuando nuestra singular experiencia nos diga que es cierto, nunca aceptaremos del todo: simplemente, vamos muriendo.



domingo, 7 de marzo de 2010

Mi pequeño yang



1 de enero






Las puertas de los Wolsvagen se cierran con los innecesarios golpazos de sus dueños endrogados, es un síntoma de las mezcladas ebriedades que repercuten en las madrugadas de los primeros de año, síntoma fijo que aprehende a los secos salmantinos apenas se cruzan los primeros minutos de un nuevo calendario.

Si con la verdad pudiese ganar las guerras y conquistar continentes, pues aquí te estoy dando la mía para reconquistar otra oportunidad de tu amor.

Si se tratara de elegir una vida, pues yo también envidio como tú a los amigos, con sus cargos funcionarios, que hipócritamente se sienten útiles dándole consejos de kinder gate al clandestino nigeriano con labios reverberantes, o a los cincuentones infieles con la dignidad pisoteada, que mendigan una harapienta indemnización para no hacer escándalo en las frígidas Haciendas. Allí trabajan María Jesús y los rodrigos, que si todo está bien salen a las dos y al llegar a sus casas los están esperando sus romeos y sus ofelias.






24 de enero





El bon-sai está más humano que de costumbre. Y yo temo por su vida, pues antes de que me vaya a Segovia, había regado a otro que con los meses se me apestó. Así como las cuartillas yuxtapuestas, Katsumoto ha mamado mi tristeza en más noches que mañanas.

Acompañé a mi segundo cumpleaños con una desagradable sensación de pérdida que no había experimentado en ningún desamor. Que este cuaderno sea testigo: pues a partir de ahora vendré hasta él para escribirte todos los días.

Como lo hubiera dicho Jack Sparroud: si estabas esperando una excusa para hablarme, hoy era el día perfecto. Pues aunque también para festejar mi cumpleaños soy un caso curioso, lamentablemente la oportunidad de felicitarme no se repetirá hasta que llegue agosto.

Salí de casa a dar una vuelta para volver con menos de ti. Casi sin notarlo me sorprendí hablándote en los semáforos de ida. Y me quebré intensamente, con la esperanza de que los transeúntes iguales que yo me preguntaran que me pasaba. Pasé por un banco en donde aún no me había sentado para llorarte: estabas allí solita, masticando algún resentimiento contra tus genes.

Me había acostumbrado mucho a pensar en ella. Quizás fue por eso que cuando se marchó sentí que luego de cuatro meses mi mente se escapaba de un calabozo. Sin embargo aquella libertad me supo extraña: de repente me descubrí que estaba paneando dos o tres formas juntas para que volviera. Resultó que después de 4 meses había aprendido a amar aquellos problemas con ella me acurrucaba al oído, igual que si fuera un sabroso arrorró.





martes, 2 de marzo de 2010

En el haber de la añoranza



Me pregunto si habrás notado cuantas cosas has hecho por mí.

Así como el cocainómano que se rehabilita reincide alguna que otra vez en el vicio, pues de esa misma manera a veces el heroico hermetismo comete una vulgaridad, y en los escritos se muestran más sentimientos de los que quedarían bien. Sucede que hablar de nuestros sentimientos es una atractiva vanidad a la que pocos escapan: hasta el budista, de vez en cuando, ha de cometer la excepción de decir yo.

Ayer he intentado otra vez dejar de amarte. Ese empeño no está mal, salvo por el sentimiento de derrota que sufre el orgullo, pues cuanto más me empecino en tachar a tus rizos y a tu sonrisa estupenda de las ya superestudiadas anotaciones que hay en mi alma amadora, pues más se aferra mi corazón a las manos de esa chiquilla que conocí.

Desde que nos insultamos, no recuerdo haber vivido días tan largos como los de este final de invierno.

Pero aún sigo aquí, contabilizando los días que pasaron sin el ti.




Mediodía 23/2/2010