17 de septiembre 2010
Antes de ti creí ser sabio. Pero me fui dando cuenta de lo mucho que me faltaba comprender cuando un día marchaste luego de haberte apoderado de la tutela de mi corazón. No pudiste amarme como ya me han amado, porque nadie podrá de nuevo amarme como tú. El amor es la idolatría entre dos. Otra vez decir te amo sería una exclamación demasiado pequeña para definir este sentimiento irrevocable. Una corazonada lucha continuamente contra cualquier esfuerzo mío que intenta olvidarte. Aferrarse al amor pasado pone a la vida en contra de nuestra felicidad, pues cuando vienen a hasta mí nuevas prentendientas siempre estoy comparándolas con alguna de tus facciones, gestos y conmovedores tics que podían crecer en tu hipnotizadora personalidad salada. Tus tantos miedos. Perdóname tú a mí. No me di cuenta de lo hermoso que es adivinar esa gran capacidad de te quieros que se tapaba con la asfixiante frazada de los malos modales, de los iracundos insultos… sólo toleré las cosas que ya me habían agravado en otros momentos. Y no te di la oportunidad para ser mejor. De ser esta la lección que se estaba impartiendo aquí: ¿Tú crees que la he aprendido a tiempo? Pues necesito que otra vez seas mi estorbo: que me quites tiempo para escribir otras lecturas que no son tú; nutrirme de tus problemas; verte cada tanto y extrañarte cada segundo.
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