viernes, 19 de febrero de 2010

La última hoja







El intentaba pensar en otras cosas. Pero excepto en los mates, Macha estaba en todo lo que escribía. Los mates son algo así como un primer compañero de banco.

Suponía que cuanto más contento estuviera su corazón, tanto más pronto iba a llegar la noticia que esperaba. Igual que cuando se fue a conocer un brazo del río, que al regreso se contestaron mensajes con un minuto de diferencia. O como cuando después de un día entero se telefonearon al mismo tiempo. O como cuando volvió de subir la colina, que al cerrar la puerta de casa empezó a tocar el teléfono, con ese profundo hola, o aquel excitante buenas noches que por haber entrado en mucha confianza ella ya no le decía más, pero aún así todo eso era más excitante por la millonaria coincidencia, propia de quienes ganan las loterías de Navidad. Eso es el amor: dos designios iguales en corazones diferentes que se han cruzado temporalmente, y cada uno tiene el deseo de que ese encuentro perdure.

Al principio ella fingía caprichosos reproches cuando él la despertaba.






Soy un fantasma que observa el contenido de un manchón de tinta roja. Busco la identidad en los cuentos de un tal Papini. ¿Estarás escribiendo ahora? Presiento que tus notas ahora empiezan con un querido fulano de tal. Y así te bajas en Salamanca de nuevo, con tus ronroneantes frases y tus mojadas bocas.

Con el tiempo encontrarás otro entendimiento que te sostenga por encima de los miedos.

Ojalá las metafísicas que consiguieron mi alivio te lleven también hasta el tuyo.

En el pecho del indio se han clavado las inmateriales cuchillas de su indiferencia. De esa herida van ya cuarenta y un días. Pero aún se mantiene abierta. Y con el terco afán de mostrar hombría, exageró una hipócrita crueldad. Pues una conducta desleal no afecta tanto al alma que ama como él amó. Pero aún así continuaré lamentando su partida, bien escriba 20 hojas y ponga este punto final.

No hay comentarios: