1 de febrero
Me gusta decir:
“Pienso en el río sin fin alguno. Pienso en la negra y ondeada superficie del Tormes que se escapa abajo del puente, distinta en la orilla y al atardecer”.
Para que el papel no se preocupe finjo que no lloro.
Después del 31 algo había cambiado en Macha. Me dijo que no me amaba como yo a ella, pero de una forma sin clase que me dejó abiertas las heridas del alma y los complejos que me inyectaron las compañeritas de primer grado. Me condenaba en seguida por tonterías, si yo no llamaba ella tampoco: parecía que se completaba con otra voz y otros piropos distintos a los que alguna vez le había dicho. En una diferencia, directamente me dijo que no me necesitaba para nada, siendo que antes siempre me recordaba cuánto me necesitó. A esa necesidad, le contestaba que le pertenecía.
Y así era.
La descubrí en otra cosa que prefiero no mencionar, por si acaso algún día nos damos otra oportunidad, yo ya estaré acostumbrado a no repetir el tema y entonces las cosas no se estropearán más. Me aferro a la indigna esperanza de que otros hombres no le hayan importado. O que le hayan importado los hombres equivocados.
2 de febrero
Ayer los últimos rayos del día soleaban en comedor. Pero donde estoy parece que haya neblina, ya que un tul blanco –salpicado esparcidamente con el bordado de alguna flor- se despliega de arriba hacia abajo sobre el vidrio de la ventana.Quiero decirte (pues confesártelo me hace bien): ¡Qué maldito vacío es este que siento cuando recuerdo que no volveré a tenerte!
Las páginas de la mañana serán ahora las páginas de ti, puesto que para poder hacer algo que no seas tú necesito antes escribir sobre ti.
Hoy es 2 de febrero. El sol rebota en una hilera de blancas persianas salmantinas. Dentro de los aristócratas rangos arquitectónicos que puedan dar jerarquía a la subtormesinidad, el baptisterio que me da la función de aquel escenario reverberante e iluminativo, vendría a ser como un inamovible soldado, imposible ascendido ni degradado.
Y de repente se descubre que la vida se ha convertido en la pendiente espera de ti. ¡Y, ay, cuantas lágrimas cayeron por ti esta tarde! Pero sabe que duelen más, por que ayer te he podido escuchar dos veces.
Pero mi secreto plan para que todo fuera más bello me hizo reprimir el atenderte -para que hablemos hoy-, y así festejemos que otro dos nos sea destinado para el reencuentro. Tal como lo fue el día en que te conocí. Todos mis enemigos resucitaron luego de veintitantos días sin ti.
Tu ausencia es en mi corazón una herida que no termino por recorrer.
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