sábado, 6 de febrero de 2010

Desde el tu hasta el sin ti





Hoy te fui a llorar a la misma banca donde ayer me senté para pensarte. Como si fuera un trofeo codificado –aunque no sea de tu amor, pues de tus celos-, orgullosamente hago un recorrido por tus reproches y tus malos modales, de los cuales fui una voluntaria víctima, pues solo al amortiguar con mi despecho los odios que aún no desquitas -ni siquiera con los fantasmas-, puedo esperar a que valores mi compasión. Las heridas que aún no se cierran supuran con el mínimo roce nefasto. Cuando comprendí toda esa reaccionaria cadena eslabonada con males intercalados con luchas, me senté a pensar en una cualidad que te defina en los momentos donde nuestros latidos son inevitablemente arrebatados. Y como si hubiera eyaculado gruesamente sobre tu entrecejo dispuesto, me distendí cuando al bautizarte “Rabiosa”.

Los infantes se tutean por las veredas de Salamanca. Y no puedo evitar reconocer una generosa porción de tu alma en su gritería.


Salpicada de mil te amo panifiqué sin memorizármela la fantasía de una conversación futura.

Mi vida arrastra sus días de confusión. ¡Ay, Dios! ¡Cómo voy a extrañar el tiru-tiru que nos acercaba cada mañana! Ya no me quiero evadir en las letras de mi suplicio. Tendrán que pasar años para que encuentre una voz más hermosa que la tuya. Los quizás ya no armaduran, y los tal vez no acorazaron. El cuadrúpedo arpegio del gato sobre el parquet ahora no alegra la tarde. Ojalá alguna maría llamara a mi corazón con tanta fuerza como lo hacías tú.

Y he aquí otro día que se llenó con el sin ti.

Fui como un pañuelito que se estrujó para secar tus lágrimas. Pero tu corazón extrañaba a otros. Conmigo tapaste los peligrosos vacíos de tu soledad peligrosa. Pero mis tercos textos nunca te interesaron del todo. Dejé de esperar tu llamada hace treinta minutos, me pasa todos los santos días a las nueve y cuarto. Ya no tiene sentido colgar poemas en el espejo, para que te recuerde mientras me afeito. Y el portarretratos no llegará a adornarse con tu expresiva malicia. Quizás te esperé demasiado: así me acosté en el tiempo desde el tu hasta el sin ti. Crueles alejamientos causa el bajo nivel del amor propio. Y sin embargo -aunque sabía el precio-, cambié todo lo que me hacía bello por este cuarto despoblado.




(Anochecer)

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