lunes, 15 de febrero de 2010

San Valentín





14 de febrero



¿Cuánto valorarías estos cuadernos si alguna vez te llegaran a las manos? Más allá de la intuición se forja el desaliento pensando que ya no regresarás. Una vez y ya hace tiempo estuve comprometido a raja tablas con la honestidad de mi corazón. Ahora este valor sincero –siempre acompañante de las actitudes de los héroes-, un pedazo de algunas veces decapita a las justificaciones que he tenido para alejarme de ti.

A mi rededor siempre encuentro las cosas que te iba preparando. Y si de vedades hablamos yo hubiera preferido que el romántico juego de la conquista no se terminara el día en que te conocí. Pero aunque nos hemos unido mucho, en tus arrebatados abrazos
me confesabas que otras necesidades estaban antes de mis cortejos. También está muy claro: algo dentro de mí te habló de mis rencores y remordimientos, y los conociste tanto y tan rápido que no te querías acercar más. Soy así: una explosión escondida bajo la tierra a la que tu corazón ha detectado.

Y no hay un solo día que se vaya sin que antes me cruce con un milagro que grita tu nombre.


Apenas me levanté luego de enviarte la carta, Dios expectoró mi ser por las calles de Salamanca. Paré en una plazoleta impregnada sólo de calesitas, para fotografiar las mismas ternuras en las que cabalgué de niño. Los caballos de los que alguna vez yo había sido bravo jinete malevo, se habían trasformado en preciosos objetos caricaturezcos. Ya no tenían pelaje ni tampoco sus vientres múltiples vomitaban histéricas relinchadas. No podía creer que las monturas fuesen de plástico, pues yo las recordaba de cuero y pieles de búfalo. Vi TroncosWagen que no llevaban a Brutus ni a Pedro o Bilma.



Tenía cuatro asientos tan plastificados como aquellas monturas desentusiamadas, y un volante que reflejaba una canica de sol. Los indios le alquilaron las chozas a unos motores que bombeaban eléctricas corrientes de agua aceitosa. Y ningún calesitero me ofreció jugar al ole con la sortija. Tampoco la vi a mamá, que antes me vigilaba para que los desconocidos no me ofrecieran chuches.


Únicamente el tiempo nos ayuda para que vayamos aceptando las pérdidas de a un minutito más cada día que se nos pasa. Y en la rareza de una melodía que jamás se había oído, logramos encontrar por un completo aunque el fin efímero instante una ráfaga deperplejidad que nos brinda un exótico lapsus para nuestro olvido.





15 de febrero

No juraré idolatrarte. Tampoco te dedicaré las replicadas eneidas que puedan brotar de mi corazón mientras no esté contigo.

Más de un día me condenaron por creer en los milagros. Sin embargo acudiste a mi llamado cuando pronuncié tu nombre, estando a más de una provincia entera. Por lo que más quieras déjate guiar por esta seda pues ella es mi alma que te conduce a las afueras de tus históricos laberintos.


La estatuilla de
Napoleón nos horroriza porque creemos que puede contagiarnos con la locura. Algo parecido sucede con el teléfono ya medio antiguo, puesto que tras de sí, sobre el mármol de la cómoda alta, junto a los adornos de la dinastía Dallara, junto al fantasioso reloj que reproduce ortodoxamente los fieles tictacs: allí esta la prosódica campanilla del teléfono impotente, que no se sabe si sonará hoy para traerte hasta mí.




















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